San Arnold, Arnoldo o Arnulfo nació en el noreste de Francia, en el año 580 y murió en el 640. Con 32 años se convirtió en obispo de Metz, desde entonces a los miembros de su iglesia advertía sobre los peligros que tenía para la salud beber agua potable, principalmente alrededor de pueblos y ciudades. Además en esta época las epidemias eran frecuentes, como la peste, por eso recomendaba beber cerveza constantemente en lugar de agua.
Se le adjudica el dicho “del sudor del hombre y el amor de Dios, la cerveza vino al mundo”, además se le atribuye un acontecimiento extraordinario, en el que puso un crucifijo sobre un barril de cerveza y obligó a los habitantes que bebieran solamente de aquel tonel «milagroso». Al parecer todos aquellos que bebieron del barril no murieron y la cerveza extinguió en pocos días la epidemia que acababa con aquellos que tomaban agua.
Por último, realizó un milagro un año después de muerto, cuando los ciudadanos de Metz reclamaron llevar su cuerpo a su monasterio. En el trayecto, varios de los fieles entraron en la cantina de un pueblo sedientos a tomar una cerveza, aunque sólo quedaba un tarro para compartir, aquél nunca se quedó vacío. La leyenda se extendió y fue canonizado por la Iglesia como patrón de los cerveceros.