Las sandalias, chanclas o flip flops son uno de los símbolos del verano, pero según han demostrado algunos estudios realizados por ortopedas de la Escuela de Mount Sinaí en New York pueden ser perjudiciales si se utilizan demasiado.
Proporcionan un escaso respaldo al arco produciendo tensión en el mismo, una escasa cobertura del pie que puede provocar torceduras porque no agarran bien, además de un apoyo inadecuado, porque altera nuestra forma natural de andar. Llevando sandalias los pasos son más cortos de lo habitual, debido en buena parte a que hay que tensar los dedos para la sujeción del calzado, produciendo tensión muscular en ellos y el tobillo. Esto puede producir con más tiempo dolores en la cadera, parte baja de la espalda, inflamación de las piernas o fascitis plantar. Incluso para las personas con piel sensible el roce de los dedos puede producir laceraciones o callosidades.
Esto no quiere decir que haya que tirarlas, se recomienda su uso exclusivamente para ir a la piscina o la playa pero no para un uso continuado.