Los exploradores españoles las pasaron por alto cegados por la sed de oro, y mucho después, fueron descubiertas en 1939 por una empresa bananera, pero estaban allí desde hace muchos siglos. Hablamos de las esferas de piedra de Costa Rica, y su origen y uso, constituyen un auténtico reto para los historiadores y un apetitoso misterio para los amantes de lo oculto.
El número de estas perfectas bolas de piedra, sobrepasa las 500, su tamaño oscila desde 10 cm de diámetro a más de 2 metros y medio, por lo que pueden llegar a pesar varias toneladas. Además están repartidas por un área de cientos de kilómetros cuadrados, lejos de canteras donde obtener el material para su construcción. Llegados a este punto es inevitable que surjan preguntas, ¿qué métodos usaron sus escultores para construirlas tan perfectas, y para trasladarlas después?, y sobre todo, ¿para qué servían?
La ausencia de respuesta a estas preguntas, ha dado pie a la formación de mitos, que las relacionan con extraterrestres, civilizaciones desaparecidas (como Atlántida), métodos para canalizar las energías telúricas del planeta, o puntos guía de mapas de navegación, entre otras. Lo único claro hasta ahora, es que constituyen un símbolo para los Costarricenses y que seguirán encerrando su misterio mucho tiempo.