En 1914, Europa estaba sumida en plena Primera Guerra Mundial, un conflicto que se había convertido en una guerra de trincheras, en la que ninguno de los bandos conseguía avanzar. Todo apuntaba a que sería el desgaste el que decidiese el vencedor, y que la única alternativa, era enviar más y más tropas a un frente, que no ofrecía más espectativas que el barro, las enfermedades, el frio y la muerte.
La noche del 24 de diciembre, en la Región de Ypres, en Bélgica, las tropas británicas, se refugiaban del frio en su territorio, cuando los soldados del Imperio Alemán comenzaron a decorar sus trincheras. A este acto le siguió el canto de villancicos en alemán como «Noche de Paz». Los británicos comenzaron a aplaudirles y a cantar también villancicos en inglés. Y poco a poco, se fueron haciendo llamamientos por ambas partes para reunirse en la tierra de nadie, donde se intercambiaron regalos (tabaco, whisky, …), se hicieron ceremonias por los caídos e incluso se fotografiaron juntos.
Lo que para muchos fue un verdadero milagro de navidad, para los altos mandos, no fue más que un error vergonzoso e irreproducible, que se encargaron de que no volviese a ocurrir, ordenando bombardeos en futuras navidades o haciendo rotar a las tropas para evitar que pudieran confraternizar con el enemigo.