Uno de los tejidos más exóticos y caros que existen, incluso más que la seda, proviene de Filipinas. Es la tela de piña. Se teje a partir de los filamentos de las hojas de la piña que son raspados y anudados unos a otros para obtener un hilo continuo con el que se forman ovillos para el telar. El proceso es tan lento, que en un día solo se obtienen unos pocos centímetros de tela, lo cual la convierte en algo muy caro.
Aunque la piña no es originaria de Filipinas, fue introducida por los españoles a finales del siglo XVI, ya que la llevaban en la bodega de los galeones para prevenir el escorbuto. Los filipinos vieron más allá de la fruta y usaron las hojas para crear este tejido, que algunos cronistas afirman que era el tesoro más codiciado del mundo, incluso más que la plata o el oro.
En 1881, con la llegada de Estados Unidos, se cerraron muchos talleres y se acabó con muchas de las tradiciones, haciendo que el tejido quedase en el olvido.