Seguro que pocos han pensado en que algo tan sencillo como una servilleta, requiriese de todo un inventor y además de tanta altura, nada más y nada menos que Leonardo da Vinci. ¿Cómo sucedió?
Al contrario de lo que se piensa, en la Edad Media no eran unos cerdos en la mesa, tenían sus normas y es que hay cuestiones que son básicas, incluso algunas eran más rígidas de las que tenemos hoy. Obviamente, en el Renacimiento siguen dándose estas normas.
Leonardo, se encontraba en Milán en 1491, al servicio de Ludovico Sforza, mecenas y miembro de una de las casas familiares más importantes de la época. Normalmente, se ponía un cuenco con agua y limón pero todos se limpiaban en el mismo, luego no gustaba. Otra posibilidad era sobre el mantel, que quedaba muy sucio al final del banquete. Pero Ludovico tenía la costumbre de atar conejos a las sillas de los comensales, para que éstos pudieran limpiarse las manos con el lomo del animal. Costumbre que horrorizó a Leonardo y provocó que le asignara a cada comensal un paño con el que limpiarse. Aunque al principio no tuvo mucho éxito ya que los comensales no sabían muy bien qué hacer con aquel paño.
El embajador Pietro Alemanni dejó constancia de los hallazgos en la cocina de Leonardo y cómo había descuidado sus pinturas por estos asuntos.