Existe una leyenda en muchos pueblos precolombinos que cuenta que, hace muchísimos años, los dioses entregaron dos regalos a los humanos para que pudiesen construir gigantescos monumentos. Uno de esos regalos sería la planta de las hojas de coca, cuyo consumo servía como analgésico y ayudaría a los constructores a mitigar el cansancio durante las duras jornadas de trabajo. El segundo regalo era otra planta, con la que podía prepararse una poción mágica capaz de ablandar la piedra, haciéndola maleable como si fuese archilla.
La fórmula de esta poción, si realmente existió, nunca ha podido desvelarse, a pesar de que algunos investigadores como el padre Jorge Lira o el doctor Joseph Davidovits, aseguran haber hecho ciertos progresos y logrado licuar la piedra. Por otro lado, ninguno consiguió invertir el proceso para recuperar la dureza inicial del material.
La ciencia reniega, en principio, de las propiedades mágicas de esta supuesta poción, pero no cabe duda de que si fuese verdad, sería una perfecta explicación a algunas peculiaridades arquitectónicas incas, como por ejemplo la piedra de los 12 ángulos, los muros perfectamente ensamblados, o incluso las esferas de piedra de Puerto Rico.
Esta proeza, también se ha atribuído a la cultura egipcia y parafraseando a la reina Hatshepsut: «las generaciones futuras se preguntarán sobre la técnica e izado de este gran monolito«