No es nada nuevo en las monarquías y en las casas nobles las conspiraciones palaciegas. La reina de España, Isabel I de Castila, la Católica tuvo que sortear a muchísimos rivales para llegar al poder. La sospecha siempre le estaría revolotenado, pues todo el que aspiraba al trono moría en extrañas circustancias. El primero fue el maestre Pedro Girón que murió envenenado. Le seguiría el infante Alfonso, que falleció tras comer unas truchas. El último fue Enrique IV de Castilla, hermano de la reina, que falleció tras caer repentinamente enfermo.
Nunca se pudo demostrar nada y nada se hizo por investigar los hechos.