Cada día que pasa, la tecnología nos acerca más y más a la creación de criaturas robóticas capaces de comportarse igual que los humanos, e incluso tener un aspecto tan parecido, que nos sea imposible distinguir entre ellos y un verdadero ser humano.
Pero para llegar a ese momento, habrá que superar lo que se conoce como el valle inquietante (o uncanny valley en inglés). Cuanto más se parece un robot a un ser humano más atractivo nos resulta, debido a una cierta empatía con él. Pero solo llega hasta un cierto punto. Cuando un robot es muy parecido a un humano, pero no es perfecto, nos produce un rechazo o repugnancia. Si representamos esto en un gráfico, veremos que nuestro aprecio a la máquina, cae bruscamente en cierto punto, de ahí el nombre de valle inquietante, que fue descrito por primera vez por Masahiro Mori, un famoso robotista japonés.
Hay numerosas hipótesis sobre por qué nos ocurre esto. La más aceptada, está relacionada con el hecho de que cuando un robot se parece mucho a un humano, nuestro subconsciente pasa de tratarlo como un robot «muy bueno», a un ser humano «muy raro», y esto nos produce rechazo.