Cuentan que Leonardo Da Vinci buscó a personas reales para pintar su obra La Última Cena. Finalmente seleccionó a los apóstoles y a un joven de 19 años que sería Jesús. Pero le faltaba el más difícil de retratar, pues debía éste tener unas características determinadas, de rostro frío y duro y que se identificara con alguien capaz de traicionar. Este sería Judas.
Tardó 6 años en encontrarlo: había un prisionero encerrado en una cárcel en Roma que reunía estas características. Con un permiso especial, Da Vinci, pudo llevarlo a su estudio y consiguió pintarlo. Cuando Leonardo acabó su cuadro y antes que los guardias se llevaran al preso éste le gritó que si no lo reconocía.
Leonardo lo miró y le dijo que nunca lo había visto. Llorando el prisionero le contestó:
-«Maestro, yo soy aquel joven que usted escogió hace 6 años para representar a Jesús en su cuadro».
No se sabe si esto sucedió, por lo inverosímil de los hechos. Pero ha trascendido la historia hasta el día de hoy. Este cuadro está envuelto innumerables secretos. Este es uno más.