La palabra idiota, proviene del griego idiotes (ἰδιώτης), donde la raíz idios (ἰδιoς) significa solo, aislado. Servía para referirse a aquellas personas que no participaban de los «asuntos públicos», es decir, de la vida social y política de las polis griegas. No acudir por ejemplo, al ágora, lugar público para debatir, no estaba bien visto. Esto era considerado una muestra de dejadez de las obligaciones sociales, y se pensaba que si se tomaban decisiones importantes, el individuo ausente podía ser manipulado por los demás. En definitiva, el miembro de una comunidad que vivía de espaldas a lo comunitario, a lo público, se les llamaba idiotas. Incluso este «ser un idiota» en la sociedad griega, se podía llegar a castigar con el ostracismo, o la expulsión de la comunidad a una persona non grata, durante 20 años.
Durante el Imperio Romano, este significado griego deja de tener sentido. Llamar idiota a un plebeyo era absurdo, puesto que éste era un ciudadano de clase social baja, y que carecía de muchos privilegios sociales, como el no poder participar en las decisiones públicas. En latín, idiota, se refería a las personas ignorantes o que no podían cuidarse ellas mismas. En la Edad Media, idiota es el que no creía en Dios, y en época posteriores, un trastorno mental o simplemente un insulto.