Es posible que todo lo que invente uno no sirva para nada, al menos esa sensación es la que se tiene cuando se descubre a Arthur Paul Pedrick, inglés que durante las décadas de los años 60 y 70 dedicó sus años a inventos para mejorar la vida cotidiana.
Se entiende su frustración ya que ninguno de sus 162 inventos resultaron seleccionados para su fabricación o aplicación alguna. De esta manera ha quedado como uno de los inventores más prolíficos aunque, en realidad, no haya inventado nada ya que ninguno de ellos se ha concretado.
Por otro lado se piensa que tal vez la verdadera intención de Arthur fue poner en evidencia los fallos del sistema británico de patentes que parecía estar diseñado para evitar aparatos absurdos. ¿Se rió del propio sistema logrando patentar los suyos? o ¿simplemente se divirtió creyendo que eran útiles? No lo sabemos, así que aquí tenéis alguno de sus inventos para que opinéis. Su interés por aspectos tan dispares le llevó a crear desde un Método para apagar fuegos en rascacielos, pasando por un metro que funciona por succión, un coche propulsado por un caballo, hasta un sistema de tuberías desde la Antártida para acabar con la sequedad del desierto australiano.