Se produce en las imágenes que se incluyen a sí mismas pero en un tamaño menor varias veces. Está limitado por la dimensión de la imagen pero la sensación que queda es que se repite hasta el infinito, como un bucle extraño. Puede ser de dos tipos, conexo, donde una guía visual da continuidad a la imagen o inconexo, donde simplemente la imagen se repite sin conexión entre la imagen y su repetición.
Esta recursividad de imágenes se comenzó a llamar así cuando en las cajas de cacao en polvo Droste, comercializadas en Holanda, aparecía la misma niñera tres veces. A finales de los años setenta fue difundido con este nombre por el columnista N. Scheepmaker.
Es inevitable relacionar esta técnica con el gran ilustrador y artista holandés Escher, (1898-1972) conocido por sus trabajos de perspectivas imposibles, que giran sobre sí mismas o se hunden en el infinito.
Obviamente no es una técnica nueva, el efecto se había hecho ya en pinturas de Giotto del siglo XIV, también en vidrieras de iglesias o libros medievales que repetían su propia imagen. En el mundo contemporáneo lo hemos visto en el logotipo de la Vaca que ríe, marca de lácteos francesa o en la portada del álbum Ummagumma de Pink Floyd. Además es una opción de programas de fotografía, en pc, en cámaras digitales, etc.