Con un caudal medio de 2.800.000 litros de agua por segundo, las cataratas del Niágara son, sin lugar a dudas, uno de los espectáculos naturales más impresionantes del mundo. Su nombre proviene de los antiguos habitantes de la zona y significa «trueno de agua«, debido al sonido ensordecedor que producen. Sin embargo, este ruido desapareció por completo la noche del 29 marzo de 1848, cuando se quedaron totalmente secas.
Esta inusual situación, estuvo producida por el movimiento de unos bloques de hielo en el lago Erie, que es el que proporciona el agua a las cataratas. Los bloques taponaron el cauce del río durante más de 30 horas, sembrando la confusión primero, y el miedo después, entre los habitantes cercanos. Muchos pensaron que se trataba de una señal del Apocalipsis y estuvieron rezando en la iglesia hasta que afortunadamente, el día 31, los bloques de hielo se desplazaron y dejaron pasar de nuevo el agua, devolviendo todo a la normalidad.
Esta fue la primera vez, que se tenga constancia, de que se hayan secado las cataratas del Niágara, y la única por motivos naturales, ya que en 1953, se detuvo el flujo de agua artificialmente para hacer obras de mantenimiento, y más tarde en 1969, otra vez, para realizar unos estudios geológicos.