El actor americano James Dean, modelo de vida rebelde, se convirtió en leyenda por su manera de vivir la vida: deprisa. Era muy aficionado a la velocidad y eso fue lo que le llevó a la tumba. Un día de 1955 corría a toda prisa con su coche Porsche Spyder 550, llamado el “pequeño bastardo”, cuando chocó frontalmente con otro coche, muriendo el actor al instante.
Y es aquí cuando comienzan una serie de catastróficas desdichas relacionadas con su coche, maldito para muchos. Cuando fue llevado totalmente destrozado a un taller, el motor se cayó y le rompió las piernas al mecánico. Tiempo después ese motor fue comprado e instalado en otro coche, cuyo propietario tendría un accidente mortal. Al parecer el coche fue finalmente reparado, pero el taller se incendió… y muchos más accidentes extraños ocurrieron.
A la historia de estas desdichas o simplemente fatales casualidades, habría que añadirles las típicas leyendas urbanas que surgieron en torno a su muerte: que James Dean quiso suicidarse, que ese día sus amigos lo vieron vestido de negro, algo inusual en él, o que personas de su entorno ese día le dijeron que no condujera porque tenían malos presentimientos.