Despedida, con cajas destempladas

Es probable que esta expresión la hayamos dejado de oír o ni siquiera la conozcamos. La podemos encontrar con distintos verbos como echar con cajas destempladas, irse, despedir, marcharse o incluso sólo “con cajas destempladas”. Hoy se utiliza para referirse a aquellos actos en los que han echado o despedido a alguien de un lugar y lo han hecho bruscamente, con malos modos (gritos, insultos) en definitiva sin contemplaciones.

Su origen lo encontramos referido en el Diccionario de Autoridades que nos dice que la expresión se utilizó en los siglos XVII y XVIII en el mundo militar cuando se expulsaba de la compañía de un regimiento a todo soldado que hubiera cometido un delito o hubiese tenido un comportamiento indigno. Para esta expulsión se escenificaba un acto acompañando al soldado indisciplinado a la puerta del cuartel haciendo sonar las cajas de los tambores, previamente destempladas, hasta que salía del lugar. El destemple consistía en “aflojar” los parches con lo que la piel de la caja se destensaba para que se produjera un redoble de tambor de modo desafinado, oscuro, triste, como símbolo de la infamia cometida.

Algún otro diccionario apunta que este sonido también se realizaba como acompañamiento en el traslado al cadalso de ciertos condenados a muerte. Así también se despedía a los soldados fallecidos en combate o en una acción heroica, en que la música iba acompañando desde donde se oficiaba la ceremonia religiosa hasta el lugar donde se enterraba al caído.

Esta antigua tradición pervive hoy día cuando en algunas procesiones de Semana Santa, como evocación de dolor por la muerte de Cristo que habría sido llevado por los romanos al toque de cajas destempladas.

¿Has escuchado alguna vez esta expresión? ¿O ese “toque” de tambor en algún sitio?