Hans fue un caballo alemán de finales del siglo XIX y comienzos del XX, que alcanzó la fama porque sabía resolver operaciones aritméticas, es decir, sumar, restar, etc. incluso podía decir la hora y el calendario entre otras tareas. De ahí que se le pusiera el adjetivo inteligente (en alemán Kluge, en inglés Clever, con el que pasó a la posteridad).
Su dueño W. von Osten era matemático y entrenador aficionado de caballos. Él le hacía las preguntas a Hans, y éste las resolvía dando pequeños toques en el suelo con su pezuña. Así realizaron espectáculos por toda Alemania pero su fama alcanzó a otros continentes.
Obviamente, muchos pensaron que el espectáculo era un fraude, por ello hubo científicos que denunciaron a Osten. La junta de educación alemana designó la Comision Hans, para estudiar si había estafa o no. El psicólogo y filósofo Karl Stumpf formó un grupo de trece personas, que concluyó en 1904, que no había truco. En la evaluación se pudo comprobar cómo el caballo, si su amo conocía la respuesta, era capaz de acertar cerca del 90% de las preguntas. También se descubrió que cuando Osten no estaba cerca de Hans, éste fallaba el 90%.
Años más tarde el psicólogo Pfungst demostró que el experimentador puede contagiar al individuo en estudio, mediante gestos, tonos de voz, etc. involuntarios. Hoy se conoce en psicología como el Efecto Clever Hans.