En 1922, un granjero de Iowa llamado Charles Osborne, estaba pesando un cerdo antes de llevarlo al matadero cuando de repente le dio un ataque de hipo, algo que no es demasiado extraño, si no fuese porque le duró nada menos que 68 años. En todo ese tiempo, los médicos intentaron solucionarlo interviniéndole en varias ocasiones, aunque sin ningún éxito.
Cuando empezó su singultus, que así se llama al hipo persistente, el granjero sufría unos 40 hipos por minuto, es decir, uno cada segundo y medio aproximadamente. Poco a poco, esta frecuencia fue disminuyendo hasta que en los últimos años había descendido a unos 20 por minuto.
Osborne, llegó a aparecer en varios programas de televisión para contar su caso y según sus declaraciones, nunca tuvo ningún inconveniente serio por su problema, y pudo hacer una vida normal, comer, dormir, trabajar… se casó dos veces, e incluso tuvo 8 hijos. También reconoció que su mayor miedo era que, por culpa de un hipo, se le saliese la dentadura postiza y se le rompiese. En 1990, de la misma forma que vino, desapareció, aunque solo pudo disfrutar el alivio de estar bien unos meses antes de fallecer a la edad de 97 años.